Ha sido una verdadera revolución para todos los sectores, con múltiples opiniones contradictorias. Y, después de leer muchos “artículos” y opiniones, vengo a daros la mía propia.
Como ya sabréis, me refiero a todo el asunto relacionado con Ana Obregón y la niña con la que salió en silla de ruedas (un hecho también discutible, aunque sea por protocolo) de un hospital de Miami.
Toda la historia fue vendida en exclusiva para la revista ¡HOLA! en la que podéis acceder a leer todo el reportaje.
En resumidas cuentas, lo que ha pasado es que Ana Obregón ha alquilado un vientre de una mujer para gestar a su nieta, a la que ha llamado Ana Sandra. Este hecho ha dado la vuelta al mundo, incluso llegando a la prensa extranjera, en la que algunos sectores la etiquetan como una mujer valiente.
¿Y por qué una mujer valiente? Supongo que se refieren a la valentía de ir en contra de todo pronóstico al convertirse en tutora legal de su nieta a los 68 años de edad. O quizá se refieren a la valentía de comprar a un ser humano en pleno siglo XXI, yendo en contra de aquellas voces que le gritan “¡OPRESORA!”
¿Pero realmente estamos hablando de un hecho valiente? ¿Valiente en qué sentido? Por un momento valoremos el hecho del edadismo, es decir, aquellos estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad. En este sentido, son muchas las personas que rechazan el hecho por la edad que tiene para hacerse cargo de una menor recién nacida, ya que cuándo la niña entre en la adolescencia, Ana Obregón tendrá entre 81-83 años, y es en este punto cuándo se preguntan ¿Quién cuidará de quién? No podemos obviar la diferencia de edad, y del posible problema que supondrá conforme pase el tiempo. Ya no se trata tanto de la edad que tiene en sí Ana Obregón, sino de las consecuencias que pueden desarrollarse debido a ella conforme vaya avanzando el tiempo y esté a cargo de una niña que esté demandando una energía y unas implicaciones que, quizás, ella no sea capaz de cumplir. No por falta de ganas, nadie pone en duda esa parte.
Aquí yo me pregunto… ¿Valiente o inconsciente?
¿Y por qué hay voces que la llaman opresora? Si ella tiene el dinero, los recursos, las ganas y encuentra a una mujer que esté de acuerdo en gestar, ¿quiénes somos los demás para meternos en ese acuerdo entre dos personas ajenas a nosotras? La respuesta final sería que cada una se meta en sus asuntos y se limite a vivir su vida y a dejar en paz la vida de los demás.
Si las personas implicadas estuviesen en las mismas condiciones, si entre las personas implicadas no hubiese una desigualdad evidente, entonces el párrafo anterior sería totalmente lícito y válido. PERO no es el caso. Y por eso ella es una opresora.
Las mujeres con capacidad de gestar que alquilan su útero suelen tener un perfil de vulnerabilidad económica y/o social, o son mujeres en riesgo de exclusión, por lo que el alquiler se una parte de su cuerpo está sometida a una cuestión de necesidad puramente económica. Cuándo se cumplen estos criterios, y tú como persona acomodada te aprovechas de esa debilidad, estás consumiendo a otro ser humanos. Estás comprando la dignidad de otro ser humano. Estás deshumanizando a otro ser humano, convirtiéndolo en tan solo un objeto de consumo, o una incubadora.
Esas mujeres, ¿gestarían de la misma manera si no hubiese una motivación económica de por medio? Muy probablemente la respuesta es NO.
Es de todos sabido que vender partes de nuestro cuerpo es ilegal, es decir, podemos donar un riñón, pero no podemos venderlo, para no convertir al ser humano en un producto que pueda consumirse en función del dinero que uno esté dispuesto a pagar. ¿Por qué el alquiler de útero es diferente? ¿Por qué la prostitución es diferente? El mínimo común múltiple es la mujer. La violencia contra la mujeres. Porque SÍ, alquilar un útero para realizar una gestación, es violencia.
Incluso hemos llegado ya al punto en el que el colegio de médicos de Colombia propuso utilizar a las mujeres con muerte cerebral como incubadoras para aquellas parejas que no eran capaces de tener hijos. ¿Dónde ponemos el límite?
Finalmente, esto nos lleva a otro punto, en el que hay que dejar claro que ser padre o madre no es un derecho, sino un deseo, y ningún deseo de ningún ser humano ha de imponerse ni pasar por encima de los derechos de nadie.