La tarde del 26 de abril ocurrió algo en Can Jonch. Mirar de frente a la violencia, la desigualdad y la vulneración sistemática de los derechos humanos, produce siempre una sensación de vértigo, de náuseas, como si la culpabilidad por gozar de una seguridad anclada en el privilegio de occidente quebrantara nuestra tranquilidad del día a día. La muerte, la desesperación y el dolor no se viven igual en todas partes.
Morena Herrera (El Salvador, 1960), que se define a sí misma como una activista feminista después de muchos años de lucha incesante por los derechos de las mujeres en El Salvador, describe así su trayectoria. Pero es necesario ir más allá, y visibilizar la sabiduría empírica y académica de esta mujer, menuda en apariencia, pero enorme en fuerza y valentía.
Egresada de Estudios de Doctorado en Filosofía Iberoamericana, con maestría en Relaciones de Género y maestría en Desarrollo Local. En 1990 fue socia fundadora de la organización política feminista Las Dignas, creada en el umbral del periodo de los Acuerdos de Paz de El Salvador de julio de 1990 por afectadas directamente por el conflicto armado. Fue fundadora de La Colectiva Feminista y pertenece a la Agrupación Ciudadana por la despenalización del aborto.
Durante la Guerra Civil de El Salvador, Herrera fue guerrillera y defensora de la libertad para el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, pero a Morena no le gusta hablar de su época en la Guerrilla. Para ella fue un periodo de aprendizaje, pero también de un dolor que prefiere evitar siempre que puede. La desesperación transforma a los seres humanos en cáscaras vacías que en ocasiones no es posible volver a rellenar de esperanza.
“Ninguna causa es tan importante como para postergar los derechos y demandas de las mujeres”
Más allá de la violencia heredada por una guerra que asoló El Salvador entre 1979 y 1992, y que dejó 75 000 muertos y 15 000 desaparecidos, la sociedad salvadoreña ha seguido un rumbo guiado por un fundamentalismo religioso que ha convertido el cuerpo de las mujeres en un campo de batalla. El aborto en El Salvador es algo oscuro, prohibido, incluso hablar de ello implica consecuencias para las personas que muestran una opinión de discrepancia ante el discurso oficial del gobierno. El aborto en El Salvador no existe, o más bien lo han eliminado del imaginario colectivo para borrar de un plumazo la posibilidad de que las mujeres elijan cómo quieren vivir, o cómo pueden defenderse de la violencia contra sus cuerpos.
Eliminando la posibilidad de decidir sobre sus vidas, las mujeres caen a menudo en una espiral de aberrante violencia institucional y social, que las estigmatiza y las reduce a parias, a seres que han perdido ya su esencia como humanas. Ir contra la vida dicen, es lo más horrible que una mujer puede hacer, y el aborto no es sólo una prohibición, sino que se penaliza con años de prisión, muchos años además. Da igual cómo la vida haya llegado al útero de las mujeres, una vez se instaura, surge, ya no hay vuelta atrás, su cuerpo ya no es suyo.
Y desde aquí, desde nuestro privilegio observamos sorprendidas cómo Morena explica de manera tranquila, pausada, cómo mueren las mujeres en El Salvador. Por complicaciones en el parto, por embarazos de riesgo que las mata, porque se suicidan ingiriendo veneno para ratas para acabar con su sufrimiento. Y mientras, seguimos observando sorprendidas cómo Morena conserva la calma y explica de manera serena cómo el dolor de las mujeres es invisible y a nadie le importa.
Mirar de frente, duele. Y ver cómo se naturaliza la violencia hacia las mujeres en otros lugares que parecen lejanos, pero con los que nos une un pasado del que no podemos huir por estar impregnado de esa violencia que nos sorprende y nos atemoriza, duele más. La violencia en Latinoamérica no es fortuita, tiene un origen, pero el futuro incierto que se cierne sobre la realidad de las mujeres salvadoreñas nos envuelve como un halo oscuro mientras Morena escoge las palabras que nos hagan ver, que nos hagan entender.
Y al despedirnos, le preguntamos a Morena qué podemos hacer para ayudar. Cómo podemos sentirnos útiles ante una realidad tan desesperanzadora.
- Hablen, discutan, griten si es necesario. Hay que hablar de lo que pasa en mi país, para que las mujeres no sean invisibles.
Y aquí estamos, intentado entender cómo las leyes humanas se tornan insensibles y deshumanizan, invisibilizan y borran literalmente la realidad de las mujeres. Hay quien generaliza, y que piensa que la esclavitud y la indefensión femenina es cosa de un pasado primitivo ya superado. Hay gente que cree que el feminismo carece de fundamento, que ya la lucha de las mujeres ha materializado el sueño de la igualdad.
Qué lejos está todavía ese momento para las mujeres salvadoreñas…
La visita de la Morena Herrera ha sido posible gracias a la gran labor de visibilización del Projecte Ciutats Defensores dels Drets Humans https://ciutatsdretshumans.cat/