Cada vez son más mujeres las que levantan la voz para denunciar la violencia obstétrica que han sufrido, informando y educando a las mujeres para prevenir que estas prácticas se sigan perpetuando. Además, todavía son muchas las mujeres que han sufrido y siguen sufriendo este tipo de violencia, y lo desconocen. Son prácticas que pasan desapercebidas debido a la inexperiencia, no solo por parte de la mujer que lo sufre, sino también del experto que la ejerce, pudiendo haber llegado a normalizarlas. Pero ¿qué es exactamente la violencia obstétrica?
Según podemos leer en un artículo “La violencia obstétrica: una práctica invisibilizada en la atención médica en España”, se trata de prácticas y/o conductas que, por acción u omisión, resultan violentas o la mujer las percibe como violentas, y que son realizadas por parte de los profesionales de la salud no solo en el momento del parto, sino también durante el embarazo o el puerperio, y tanto en el ámbito público como privado.
Así pues esta definición incluye los actos no apropiados o no consensuados tales como:
- Intervenciones dolorosas sin anestésicos.
- Episiotomías sin consentimiento. Según podemos leer en ISEP, la OMS recomienda un 10% de episiotomías, pero en 2010 España alcanzó el 43%.
- Sobremedicación.
- La obligación de parir en una posición determinada (posición de litotomía, es decir, la mujer tumbada sobre su espalda y las piernas colocadas sobre perneras) aunque a la mujer le resulte realmente incómoda y/o dolorosa sin ofrecer alternativas. A primera vista puede impactarnos que esta no sea la mejor posición para dar a luz, ya que es algo que probablemente tengamos muy interiorizado a través de series y películas.
- No permitir y/o facilitar el apego precoz del infante con su madre, negándole el amamantarlo o cargarlo.
- Provocar y/o acelerar el parto sin justificación médica y sin el consentimiento voluntario, informado y expreso de la mujer. Un ejemplo también de la presión que sufren los sanitarios en cuanto al número de pacientes por especialista, queriendo reducir el máximo posible los tiempos de los procedimientos.
- Violencia psicológica a través de ofrecer un trato autoritario, despectivo, paternalista, humillante, infantil, despersonalizado o con insultos verbales o vejaciones.
- Imponer el parto por vía de cesárea cuando se cumplen las condiciones para poder llevar a cabo un parto de forma natural sin el consentimiento, conocimiento e información de la mujer.
- La maniobra de Kristeller consiste en empujar el abdomen de la mujer durante la fase expulsiva por parte del personal sanitario. Es una maniobra que se ha transmitido a través de la tradición y está desaconsejada por el Ministerio de Sanidad y la OMS. Esta maniobra se suele realizar sin consentimiento.
Y si con todo esto no has tenido suficiente para quedarte en shock, he dejado la peor parte para el final, los famosos puntos para papá o puntos para el marido, que son aquellos puntos extra que se empleaban para dejar la vagina más estrecha, sin consentimiento de la mujer, y con el único fin de seguir satisfaciendo al hombre.
Parece que esté hablando de algo que quedó atrás, que es historia, pero por desgracia sigue siendo actual. El patriarcado más crudo en uno de los momentos más vulnerables de la mujer, su embarazo y parto. En ese momento, la mujer deja de ser mujer para ser la portadora de lo que realmente importa, la semilla o perpetuación del hombre, así pues no se contempla las necesidades o peticiones de esta, sino que lo único que importa es obtener el fruto de esa unión, casi parece que se le perdona la vida en esos momentos, cuando en realidad lo que ocurre es violencia.
Es otro claro ejemplo del papel que se le adjudica a la mujer, que en este contexto pasa a ser totalmente secundaria al hombre y al hijo, siendo manipulada y tratada como un vehículo de vida y placer.
Por tanto, la violencia obstétrica, que ha permanecido silenciada y normalizada, no solo es una forma de violencia de género sino que también atenta contra los derechos humanos. Como ya he dicho, es una representación clara y concisa de la cultura patriarcal basada en un esquema jerárquico en la que la mujer queda, claramente, muy por debajo del hombre.
Según podemos leer en SiNC, el 38,3% de las mujeres sintió haber sufrido violencia obstétrica. A un 44,4% se les había sometido a procedimientos innecesarios o dolorosos, de los cuales la friolera cifra de un 83,4 % no fueron aceptados en consentimiento informado.
¿Y cómo es posible que esto siga ocurriendo? Por puro desconocimiento y vulnerabilidad. No solo muchas mujeres desconocen toda esta información, sino que los propios especialistas adquieren estas prácticas por la tradición oral de la experiencia, sin cuestionarlas y haciéndolas dogmáticas.
El primer paso para frenar estas prácticas y proteger y dignificar a la mujer es poniéndolas en conocimiento del mayor número de mujeres posibles. Al fin y al cabo, de nosotras depende defender nuestra posición y dar a conocer estas atrocidades con el fin de concienciar a la sociedad y poder erradicarlas. Presionar para que el personal responsable sea correctamente preparado y, sobre todo, que se nos tenga en cuenta, se nos respete y se nos dé el valor y la dignidad que merecemos.